
FABIO IBÁÑEZ, EL LUTHIER NACIDO EN MACHAGAI QUE REVIVE INSTRUMENTOS CON PACIENCIA E INGENIO
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Desde un pequeño taller en Resistencia, Fabio Ibáñez, un joven luthier de 36 años, transforma con paciencia e ingenio instrumentos que cuentan historias. Nacido en Machagai, Fabio se adentró en este arte hace más de una década, motivado por necesidad y curiosidad. Aprendió observando al reconocido luthier Eugenio Rodríguez, en Corrientes, quien lo introdujo al oficio mientras compartían mates y charlas sobre mecánica musical.
Su primer desafío fue desarmar y reparar su propio acordeón, un Anconetani azul. Poco a poco, Fabio perfeccionó su técnica, no solo con este instrumento, sino también con bandoneones, aplicando conocimientos que adquirió en cursos especializados en Buenos Aires y Brasil. Su habilidad lo convirtió en un referente para músicos de renombre del género litoraleño, como Gabriel Cocomarola y Santiago Ávalos, quienes confían en él para devolverle vida a sus piezas únicas.
La luthería, sin embargo, no es una tarea sencilla. Fabio se enfrenta a la escasez de herramientas locales, recurriendo a importaciones y alternativas creativas. Cada restauración implica horas de minucioso trabajo, desde ajustar cueros hasta afinar lengüetas y calibrar sonidos. Para Fabio, esta labor es una forma de conectar con las raíces del chamamé y preservar su autenticidad, en un contexto donde la modernidad muchas veces amenaza con diluir los estilos tradicionales.
Más allá de su taller, Fabio también dedica tiempo a enseñar música en fundaciones sociales. Su pasión por el acordeón lo ha llevado a inspirar a jóvenes a explorar este instrumento y a valorar los sonidos puros del chamamé. Según él, “la música tiene su latido” y cada instrumento es un reflejo de emociones y tiempos pasados.
En su hogar, entre vinilos de chamamé y mates amargos, Fabio trabaja en silencio, homenajeando a los grandes maestros que le precedieron. Para este luthier, el oficio no es solo un sustento, sino una forma de mantener vivo un legado cultural, convirtiendo cada acordeón y bandoneón en un puente entre el pasado y el presente.