CROMAÑÓN: LA VIDA VEINTE AÑOS DESPUÉS CON TESTIMONIOS Y RECLAMOS
By Redaccion 11 meses agoPÓRTICO MULTIMEDIOS: envíanos información, audios, mensajes al 3644-688080/3644-404921
Veinte años es mucho tiempo. O no es nada. ¿Cuánto es cuando se ve morir a 194 personas? Para algunos sobrevivientes y familiares de víctimas de Cromañón, veinte años es la cifra que marca que, por primera vez, hay más tiempo de vida después de la masacre que antes de ella. ¿A quién agradecerle, ahora, por esa vida, dónde poner la culpa y el recuerdo, y a quién seguir responsabilizando por la muerte de los que ya no están?
Los sobrevivientes y familiares lo tienen claro: gratitud a los que dieron la vida por salvar al de al lado, responsabilidad del Estado que todavía tiene cuentas pendientes. En el medio, empezar a pensar un futuro con una certeza clara: “Cromañón no tiene que repetirse nunca”.
Sobrevivir
A Celeste Oyola la salvó un desconocido. Tirada en el piso del local de Once, el fuego encendido, ya sin música de Callejeros, lejos de su Villa Celina, alguien le tendió las manos en la oscuridad de la noche del 30 de diciembre de 2004 y en medio de los cuerpos caídos o por caer. No sabe quién.
“Los veinte años los vivo desde otro ángulo. Tenía 19 cuando fui y hoy 39, por lo que por primera vez tengo más tiempo vivido post Cromañón. Eso te hace replantear cómo era la vida antes y pensar qué hay verdaderamente de mí después de eso”, dice Oyola a este diario, y agrega: “Creo que ahora puedo empezar a empatizar muchísimo más con el dolor propio. El hecho de estar en distintos espacios de lucha por justicia o por las reparaciones hizo que dejemos de atendernos a nosotros mismos y no poder decirle ‘gracias’, ‘perdón’ o ‘vamos de nuevo’ a esa piba que era. El tiempo y la contención del grupo humano del ‘universo Cromañón’ empezó a hacer que eso cambie”.
También Elsa Meilán destaca al “universo Cromañón”. Ella no estuvo adentro esa noche, pero la masacre se llevó a su esposo Mariano, a su cuñada Verónica, y es madre de una sobreviviente, también llamada Verónica. Integrante de No Nos Cuenten Cromañón (NNCC). Elsa destaca la articulación y contención entre distintas organizaciones en los veinte años que transcurrieron, y que se profundizó en los últimos tiempos con la lucha por la ley de expropiación del local (ver aparte) o la reciente conquista en la Legislatura porteña de la ley de reparación “vitalicia”.
“Más allá de la cifra simbólica de los veinte, este año fue de mucho trabajo y militancia, y sobre todo de muchas emociones, sanar dolores y también vivir Cromañon desde otro lugar. Por suerte pude pararme en un lugar más cercano al de la celebración de nosotros mismos”, dice.
Palabras como “celebrar” parecen estar ahora más habilitadas para repetirse con frecuencia que hace algunos años. Es un modo de vencer al dolor, pero también de trabajar la paradójica culpa de haber salido con vida del infierno.
Así lo describe Nicolás Pappolla, sobreviviente e integrante de El Camino es Cultural: “La única forma de contrarrestar el sentimiento de culpa por haber sobrevivido, la única manera de ganarle es buscando la felicidad que podías tener antes de haber ido a Cromañón. Me parece que es un triunfo que nosotros empecemos a permitirnos llegar a un 30 de diciembre recordando desde la sonrisa”, sostiene. Esa noche, Pappolla llegó a Cromañón en colectivo, como siempre, con su grupo de amigos y un hermano menor a su cargo. Los dos pudieron salir, tomados de la mano.
Las cuentas pendientes
Ningún familiar ni sobreviviente pierde de vista ni deja de recalcar el entramado político-estatal-empresario que permitió que un local como Cromañón – entre muchos otros – funcionara en la Ciudad como lo hacía esa noche con sus paupérrimas condiciones de seguridad, el sobregiro de capacidad, las más de 4 mil personas en un lugar para menos de la mitad, las salidas cerradas con candado, el agua cortada en los baños, las bengalas, la media sombra inflamable, las llamas y el humo tóxico, la falta de ventilación y de matafuegos, los 194 muertos y los más de 1400 heridos.
Después, el trajinar por pasillos judiciales y legislativos, el juicio político a Aníbal Ibarra, jefe de Gobierno, y su caída, el oportunista ascenso de Mauricio Macri, el rápido olvido de la causa por la gestión PRO, a la que recién nueve años después de la masacre pudieron arrancarle una primera ley de reparación provisoria que sólo este año se convirtió en definitiva, aunque con limitaciones en su alcance.
Los juicios: las discusiones internas por la responsabilidad de Callejeros, primero la absolución y después las condenas en Casación a sus integrantes, y sobre todo la condena a 10 años de prisión para Omar Chabán, gerenciador del local y muerto en 2014 en cumplimiento de la condena, los 4 años y medio a Rafael Levy, dueño del lugar, los 8 años al subcomisario de la Federal, Carlos Díaz, por cohecho, y las condenas por incumplimiento de los deberes de tres funcionarios porteños: Gustavo Torres, Fabiana Fiszbin y Ana María Fernández.
Todo guardado en la memoria y, hacia adelante, las cuentas pendientes. Todos coinciden en que la principal es la conformación de un registro fehaciente de la cantidad de afectados por la masacre: “Un padrón único y real a cargo del Estado”.
Pappolla precisa: “En Ciudad sólo reconocen a 1600 personas cuando el mismo GCBA pone en los carteles de la estación 30 de Diciembre que éramos 4500 en el lugar. Con la última ley se logró una apertura del padrón, pero para un universo demarcado y enfrentando un montón de trámites burocráticos. Se reconoce a los que iniciaron una demanda civil y a una parte de los que ya son reconocidos como pacientes del programa de salud, pero el resto sigue quedando afuera”, indica.
Además de brindar una asistencia económica a las víctimas, la ley de reparación incluye mecanismos que deben garantizar asistencia de salud en general y de salud mental en particular, y programas de empleo y educación. Este último es otro de los puntos cuestionados por los familiares y sobrevivientes. Por distintas vías, en Ciudad y en Provincia está fijado el 30 de marzo como el Día en Homenaje a las Víctimas de Cromañón, una jornada en la que el tema debería ser trabajado en las escuelas.
Los post Cromañón
Más allá del 30 de marzo, las distintas agrupaciones vienen organizando charlas y actividades en escuelas donde se encuentran con chicos y chicas nacidos después de 2004: la generación post Cromañón. Allí, coinciden, se topan mayormente con un escenario de creciente interés y hasta de respeto por la figura del “sobreviviente”.
“Me llama la atención que somos como una figura que impacta. Los chicos vienen con mucho respeto, te saludan y hasta te dan un abrazo”, sostiene Pappolla, que apunta que esas actividades “son el mejor termómetro para saber qué tipo de conciencia se tiene sobre el tema”. El estreno de la serie Cromañón de Amazon Prime, aseguran, también contribuyó a volver a poner el tema en agenda.
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