
EL METAVERSO DE BOCA PERDIÓ CONTRA LA REALIDAD: EMPATE CON AUCKLAND Y PAPELÓN
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Uno de los clubes más populares del país no pudo ganarle a un equipo de trabajadores que entrenan de noche. Russo minimizó el 10-0 del Bayern a ese mismo rival y terminó empatando. Cavani habló de protagonismo. Romero, de shopping. Riquelme suma nombres sin plan. El fútbol no se juega en render.
A la desconexión táctica le siguió una desconexión emocional. Cavani, ausente en la cancha, salió a declarar que habían sido “protagonistas”. Sergio Romero, en cambio, optó por el silencio. Y por las compras. Se lo vio paseando por Miami, ¿intentando apagar la frustración con el consumo? Lo que se apagó fue otra cosa: una oportunidad histórica, no para ser campeón, sino simplemente para estar a la altura. Ni eso.
La gran paradoja es que este equipo, que juega cada vez menos, se construye cada vez más desde el nombre. La dirigencia de Juan Román Riquelme suma apellidos como si armara una playlist de Spotify, sin pensar si combinan, si encajan, si responden a un estilo. No hay partitura, pero sí muchos instrumentos desafinados.
Ahora llega Leandro Paredes. Categoría absoluta, jugador de nivel internacional. Alcanza con ver la media hora de excelencia que jugó en la final de la última Copa América. Pero sin un proyecto serio, sin una idea clara, ni Messi puede rescatar a un equipo. Porque esto no es la Play ni una serie de Netflix: el fútbol, incluso en 2025, sigue siendo un juego de once contra once. Y cuando el rival trabaja de día y entrena de noche, el papelón se mide en centímetros de dignidad, no en dólares.
Boca no fue eliminado por penales. No lo frenó la tormenta. Fue Auckland. Fue el sentido común. Fue la realidad. Y mientras el metaverso xeneize siga creyendo que el escudo alcanza, la cancha seguirá desmintiendo cada frame.