Vie. Mar 29th, 2024

BERNABÉ FERREYRA: UN TIPO SERVICIAL

En el recuerdo de su cumpleaños, una característica poco conocida de Bernabé, leyenda de River. 

Nacido el 12 de febrero de 1909 en Rufino, Santa Fe, Bernabé Ferreyra es una de las grandes leyendas de la etapa fundacional nada menos que de River Plate. Fue figura de aquellas épocas tan lejanas que casi carecen de registros oficiales. Precisamente por eso, las historias de estos ídolos primigenios de nuestro fútbol adquieren características casi mitológicas. Pero, más allá de las increíbles hazañas del Mortero de Rufino, que ya detallaremos, cuando yo pienso en él me viene a la mente una descripción poco conocida: “Bernabé Ferreyra, un tipo servicial”.

Yo no conocí a mis abuelos varones. El papá de mi papá falleció años antes de que yo naciera. El de mi mamá sí llegó a verme, pero mi memoria no tiene registros de él. Por eso, la imagen de abuelo “familiar” recién apareció en mi vida a mis 18 años, cuando conocí al papá de mi suegra. El Nono era un entrañable personaje que visitábamos en familia en la cercana localidad cordobesa de San Francisco junto a su esposa, que lo sobrevivió algunos años más.

¿qué tiene que ver El Nono con Bernabé Ferreyra? Que lo conoció en persona. Compartieron pensión en Rufino, adonde el abuelo de mi esposa comenzó su carrera laboral. Mientras trabajaba en la localidad natal de quien sería ídolo, Ricardo (así se llamaba el Nono) no perdió tiempo en buscar un club para practicar fútbol, su pasión. Así es como coincidió como compañero de equipo de Bernabé. La calidad de este último no tardó en catapultarlo a cuadros profesionales. Llegó a Tigre en 1930, donde nació aquella frase célebre (al menos, en mi familia) del Nono. Contaba Ricardo que Ferreyra ya era famoso, pero no se olvidaba de sus orígenes. “Vos le pedías cualquier trámite de Buenos Aires y él te lo hacía”.

Una fiera

Tigre lanzó a la fama a uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. El mejor de los años 1930. De esa primera época, se recuerda el partido en cancha de Boca Juniors en el cual su equipo iba perdiendo por dos goles contra San Lorenzo de Almagro y, faltando 10 minutos de juego, Bernabé, hizo tres tantos logrando la victoria ante el por entonces líder del torneo. Desde ahí siguió su racha, en 13 partidos metió 20 goles.

Este hecho fue determinante para su posterior venta a River Plate por 35000 pesos, en lo que fue la cifra más alta abonada hasta ese momento por el pase de un jugador en el fútbol mundial. Ahí se empezó a decir que ese club era “de millonarios”. De todas maneras, su presencia en River desató una locura colectiva. La entrada valía un peso y al tercer partido el club recuperó los 10000 pesos que le dio de prima. Fue un fenómeno social de tal magnitud que, cuando el equipo iba de gira por el interior, el precio del boleto variaba según jugaba Bernabé o no.

Bernabé debutó con dos goles ante Chacarita Juniors. Al término del partido, iba un muchacho con un señor mayor y le preguntó qué le había parecido Bernabé. «No es un hombre, es una fiera», le respondió. Un periodista escuchó ese mote y nació uno de los tantos apodos del delantero.

Convirtió 19 goles en 12 fechas consecutivas, una marca todavía insuperable que se cortó ante Huracán, cuyo arquero De Nicola recibió el premio que se ofrecía a quien terminara con el arco invicto.

Leyenda, con todas las letras 

Contra un equipo peruano, de un potente disparo, Bernabé desmayó al arquero que, cuando pasó a visitarlo al hospital le pidió: “Si nos volvemos a enfrentar, avíseme antes de patear”. Siguió la gira y, a la vuelta, volvieron a pasar por Perú para la revancha. Bernabé le avisó que iba a patear y le hizo el gol igual. El arquero le agradeció. En esa misma gira, un árbitro le hizo patear cuatro veces un penal. Bernabé le advirtió: «Siga que puedo meterla adentro una semana seguida».

Fernando Bello, arquero de Independiente, le atajó un penal el 15 de abril de 1934 pero, por su potencia, le quebró las 2 muñecas y se desmayó.

Enseguida lo bautizaron de otros modos: El mortero de Rufino, Cañonero, Romperredes o Balazo. Es que la mayoría de sus goles fueron misiles desde 30 metros.

Cuentan también que, en los días de lluvia a él le fascinaba jugar con la pelota mojada y embarrada, para que pesara más. En aquel tiempo, el balón era de tiento y llevaba una cámara adentro. Bernabé la desinflaba y la colocaba dentro de otra. Ponía estas dos cámaras dentro del cuero, la cosía y esa pelota especial descansaba 48 horas antes del partido en un balde con agua. El día del partido esa pelota especial era una bomba.

«Así que usted es Bernabé. Vine a saludarlo porque los diarios hablan más de sus goles que de mí», le dijo el presidente de la Nación Agustín Justo cuando lo conoció.

Nunca se olvidó de su Rufino natal, a la que volvía después de cada partido que jugaba y donde se encontraba al fallecer. Murió el 22 de mayo de 1972. Pero nació una leyenda, la del Mortero de Rufino o, mejor, la de Bernabé Ferreyra, un tipo servicial.

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